domingo, 12 de mayo de 2013

Para nadie, de alguien.

Buscaba una forma de buscar las palabras que te diría si estuvieras aún,
si fueses tú, la primera, 
la misma, 
la de siempre,
la que una y otra vez me mordió el corazón (pero no sabíamos que al final uno de esos mordiscos me haría sangrar) y por mucho que he buscado, he llegado a la conclusión de que no necesito palabras,
porque no hay boca que las diga,
ni oídos que las escuchen.
Y también he pensado, que sin ti no hay día, 
ni noche,
ni horas,
ni minutos, porque tu eras el tiempo, eras el sol y la luna y las estrellas, ¿Y ahora qué queda? Si lo eras todo, y no eras nada, y ahora no echo nada de menos, porque lo extraño todo.
Y lo peor de todo es que quedan mil abrazos para darte, abrazos que se llevará el viento cuando me faltes, y quedan labios, separados por kilómetros. Quedan noches de lágrimas y días de sonrisas fingidas. Queda tiempo, mucho tiempo hasta que me note de nuevo cómo me muerden. Queda mi cuello al descubierto, y mis ganas de ahogarme. Queda el aire, que si no estás tú ya no pinta nada aquí.
Quedan mis ganas de tí,
de mi,
de nosotros.
Si algún día notas que te acaricia el viento, no dudes, que son las letras de nuestras canciones intentando llegar a tus oídos, y si notas que alguien te mira, no dudes, que seré yo cerrando los ojos para intentar grabar tu imagen a fuego en mi cabeza.
Y no será tan malo al fin cuando el polvo se acumule en el rincón vacío de la cama (o del corazón).

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