lunes, 4 de marzo de 2013

Porcelana.

Mal contacto la fría porcelana de tus dedos con el calor de mis mejilla, ¿verdad? Son lágrimas. Nos abrazaba la lluvia pero aun así no lo podía evitar. Como el filo de un cuchillo cruzaba mi cara y tus manos no lo podían parar.
¿No es más frágil la porcelana que la tristeza? Igual lo confundí, igual eran diamantes... da igual. No se de qué estabad hecha.
Ha pasado demasiado tiempo para recordarlo. Igual eras gris, o igual de colores. Tenías sombras, eso lo recuerdo, lo demás queda lejos, demasiado, ya no es nada.
No eras dulce, no. Tus manos también cortaban. Y surgió de la nada una batalla entre tus dedos, mis lágrimas y nuestras palabras. Nuestras. O no nuestras. Yo callaba.
¿No verte nunca más? ¿No sentir tu porcelana?
Una lágrima cayó en el pecho. Empujó como una daga, casi sin esfuerzo, no atravesó pero la sentí en la espalda.
Te ibas, para no volver. Llovía, y yo lloraba.

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