martes, 26 de febrero de 2013

El eterno conformista.

Cuánto nos gustan las personas conformistas, ¿verdad? Y qué envidia nos dan... son felices con cualquier cosa, algo envidiable, sí, puede serlo si lo vemos así.
Pero podemos profundizar un poco más. ¿No es un poco egoísta que una persona que da mucho no reciba nada? Y es que no es sólo eso. Es muy fácil satisfacer a un conformista, al mínimo esfuerzo se le saca una sonrisa. Un mínimo esfuerzo del mismo resultado que un analgésico ante una gripe, que calma los síntomas, pero no cura la enfermedad.
Y este es el problema del conformista, del eterno conformista. Porque al final, el conformista se cansa. 
Porque a veces apetece encender el móvil y ver un mensaje extenso, una muestra de sentimientos plasmadas en unas líneas, (todos sabemos que no cuesta tanto) o un beso, abrazo o caricia sin pedirla, o simplemente un trato igual. No es tan difícil. No vale la excusa de "No sé cómo hacerlo..." porque podemos guiarnos perfectamente por los actos de esa persona hacia nosotros. Además, pensando fríamente en el tema, a fin de cuentas es un conformista, va a conformarse con lo que sea.
Pero claro, es demasiado fácil acostumbrarse al conformista.

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