viernes, 12 de abril de 2013

De no poderte.

Querer, y no poder, no poder tener. Y quererte, y no poderte, no poder tenerte.
Es como extender la mano pretendiendo coger una estrella. Impotencia.
De para qué llorar, si ya tienes la cara mojada, si no solucionas nada, sólo te debilitas más.
Y si cambias las risas por silencios, y los paseos de la mano por lluvia, y que a tu lado ya no camina nadie, miras y sólo tu sombra, y la nostalgia de pensar en qué hubo, que podría haber, que puede que haya, y le pones un rostro, una cara. No puede ser otro.
Pero tampoco puede ser ese. ¿Y qué haces entonces? Si en ese momento llegas a la conclusión de que no habrá nadie.
Qué asco. 
Qué vacío.

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