miércoles, 3 de abril de 2013

No serás tú.

Hoy te veo con otro color, pero tal vez sea sólo porque te miro con otros ojos.
No es más bonito, ni más feo... es simplemente, algo diferente.
Te has chocado con algo, eh, lo sé. Éste no es tu sitio. No están tus pies en las coordenadas adecuadas. No deberían tocas esas manos tu pelo. No beses, no puedes, no pertenece tu boca a esos labios.
Ya tienen dueña, ya son de otra.
Vete... hazlo. Sabes que tienes que hacerlo. ¿Pero por qué insistes? 
Soy cristal roto. Y el cristal, una vez roto, aunque sea en piezas muy grandes, jamás vuelve a encajar a la perfección. Siempre habrá pequeños cachos, casi invisibles, perdidos, que harán que no encaje a la perfección. Y ya sabes qué pasa con el cristal roto. Corta, todo corta. Hasta el alma, hasta un suspiro. Hasta tus labios, lo saben las cicatrices de mi boca.
Soy cristal. Y tú, chica, eres el grito que lo rompió.
No has tenido tanta suerte.
Otra llegó antes. Y sí, pensarás que siempre fuiste tú, tú primero. Pero no... antes de tus labios fueron otros. Antes, las sábanas taparon a otra. (No eran sábanas en realidad, pero acarician igual) Antes de venir, ya había alguien.
Son esperas que desesperan. Y el tren no siempre es el primero que pasa, aunque llegues a la estación antes que nadie. En el andén no sólo llegan trenes que vienen desde tu casa.

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